03 noviembre 2006

Y por necesidad

“...Para justificar la ciencia básica y su divulgación se recurre a menudo a las consecuencias tecnológicas que aquella tiene. En el caso dela mecánica cuántica, la lista es imponente. La mecánica cuántica ha permitido el desarrollo de materiales semiconductores para la fabricación de componentes electrónicos cada vez más pequeños y eficaces, usados en radios, televisores, computadoras y otros innumerables aparatos. La mecánica cuántica ha permitido un mejor conocimiento del núcleo de los átomos abriendo el campo para sus múltiples aplicaciones en medicina y generación de energía eléctrica. La mecánica cuántica ha permitido conocer mejor el comportamiento de los átomos y moléculas, hecho de enorme importancia para la química. Las futuras aplicaciones dela superconductividad, fenómeno cuyo estudio es imposible sin la mecánica cuántica, sobrepasarán toda imaginación. Así podemos continuar alabando a esta ciencia básica por sus consecuencias tecnológicas y justificar su divulgación diciendo que el pueblo debe conocer a tan magnánimo benefactor. Pero, ¡cuidado! La radio y la televisión son excelentes medios, pero el contenido de sus emisiones no siempre honra al ser humano y a menudo lo insulta y estupidiza. Las computadoras son excelentes herramientas, pero ¿hacen al ser humano más libre? Sí, las centrales nucleares..., pero ¿y Chernobyl? La química..., ¿y Seveso7 No es necesario mencionar la monstruosa estupidez de las armas químicas, nucleares y convencionales, para poner en duda si la tecnología generada por la ciencia ha sido una bendición para la humanidad. No es mi intención analizar aquí si la ciencia básica es o no es responsable de las consecuencias de la tecnología que generó. Baste con aclarar que la tecnología no es una buena justificación para la ciencia, porque los mismos argumentos que pretenden demostrar que la ciencia es "buena" pueden utilizarse para probar lo contrario. Considero que pretender justificar la ciencia básica es un falso problema desde que la ciencia no puede no-existir, pues surge de una curiosidad intrínseca al ser humano. Justificar algo significa exponer los motivos por los cuales se han tomado las decisiones para crear o generar lo que se está justificando. No se puede justificar la ciencia, porque ésta no Surge de un acto volitivo en el que se decide crearla, sino que aparece como la manifestación social ineludible de una característica individual del ser humano. Es evidentemente cierto que la ciencia puede ser desarrollada con mayor o menor intensidad d mediante la asignación de recursos a la educación e investigación, pero su creación o destrucción requeriría la creación o destrucción de la curiosidad y del pensamiento mismo. El ser humano no tiene la libertad de no pensar, cosa necesaria para que la ciencia no exista. Por esto los múltiples intentos autoritarios de oponerse a la ciencia cuando ésta contradecía al dogma, han fracasado en su meta principal de aniquilar el conocimiento, aunque sí han producido graves daños frenando su desarrollo...”

FÍSICA CUÁNTICA PARA FILO-SÓFOS
Alberto Clemente de la Torre (1992)

02 noviembre 2006

Por puro placer



2

¿Podemos conocer el Universo?
Reflexiones sobre un grano de sal

La ciencia es mucho más una determinada manera de pensar que un cuerpo de conocimientos. Su objetivo es descubrir cómo funciona el mundo, detectar las regularidades que puedan existir, captar las vinculaciones que se dan entre las cosas -desde las partículas elementales, que pueden ser los constituyentes últimos de toda materia, para organismos vivos, la comunidad social de los seres humanos y, cómo no, el cosmos contemplado en su globalidad. Nuestra intuición no es ni por asomo una pauta infalible. Nuestras percepciones pueden verse falseadas por la educación previa y los prejuicios, o simplemente a causa de las limitaciones de nuestros órganos sensoriales que, por descontado, sólo pueden percibir directamente una pequeña fracción de los fenómenos que se producen en el mundo. Incluso una cuestión tan directa como la de si, en ausencia de fricción, cae más rápidamente una libra de plomo que un gramo de lana, fue resuelta incorrectamente por casi todo el mundo hasta llegar a Galileo, y entre los equivocados se hallaba, cómo no, el propio Aristóteles. La ciencia se fundamenta en la experimentación, en un ansia permanente de someter a prueba los viejos dogmas, en una apertura de espíritu que nos permita contemplar el universo tal como realmente es. No puede negarse que en ciertas ocasiones la ciencia exige coraje; como mínimo el imprescindible para poner en entredicho la sabiduría convencional.
El principal rasgo definitorio de la ciencia es pensar de verdad toda cosa: el tamaño de las nubes y las formas que adoptan, incluso en su estructura más profunda, en cualquier parte del cielo para una altitud dada; la formación de una gota de rocío sobre una hoja; el origen de un nombre o una palabra; la razón de una determinada costumbre social humana, como por ejemplo el tabú del incesto. por qué una lente sobre la que,
incida la luz solar puede quemar un papel; qué razón nos hace ver un bastón de paseo como una pequeña ramita; por qué parece seguimos la Luna cuando paseamos; qué nos impide perforar la Tierra con un agujero que llegue hasta el centro del planeta; qué sentido tiene el término "abajo» en una Tierra esférica; de qué modo el cuerpo puede convertir la comida de ayer en el músculo y el nervio de hoy. dónde están los límites del universo, ¿ puede éste expandirse indefinidamente, o no? ¿ tiene algún significado la pregunta de qué hay más allá2 Algunos de estos interrogantes son singularmente fáciles de responder. Otros, especialmente el último, son misterios de los que no conocemos la solución incluso en nuestros días. Son interrogantes naturales a resolver. Toda cultura se ha planteado, de una u otra forma, tales cuestiones. Las respuestas propuestas casi siempre han sido de categoría « narrativa » o « fabulada », con explicaciones divorciadas de toda tarea experimental, e incluso de toda observación comparativa cuidadosa.
Pero la mentalidad científica examina el mundo críticamente, como si pudieran existir otros muchos mundos alternativos, como si aquí pudiesen existir cosas que ahora no encontramos. Y en consecuencia, nos vemos obligados a responder por qué cuanto vemos es así y no de otra forma. ¿ Por qué son esféricos el Sol y la Luna2 ¿ Por qué no piramidales, cúbicos o dodecaédricos2 ¿Por qué tal simetría en el mundo2 ¿Por qué, incluso, no tiene formas irregularmente caprichosas2 Si alguien gasta parte de su tiempo proponiendo hipótesis, comprobando si tienen sentido y si concuerdan con cuanto ya conocemos, pensando en pruebas experimentales que den validez o se la nieguen a nuestras hipótesis, este alguien está haciendo ciencia. Y a medida que van tomando más y más fuerza estos hábitos de pensamiento, más a gusto se halla el individuo con ellos. Penetrar en el corazón de las cosas -incluso en el de las más pequeñas, en el de una brizna de hierba, como dijera Walt Whitman- produce un tipo de excitación y alegría que parece muy posible que, de todos los seres que pueblan este planeta, sólo puedan experimentarla los seres humanos. Somos una especie inteligente, y un uso adecuado de nuestra inteligencia nos produce placer. En este aspecto, el cerebro es como un músculo. Cuando pensamos bien, nos sentimos bien. Comprender es un cierto tipo de éxtasis.

El cerebro de Broca

Carl Sagan (1974)

01 noviembre 2006

Ahora bien, las leyes mecanocuánticas fundamentales de la física ciertamente dan lugar a la individualidad. La evolución física del universo, regida por dichas leyes, ha producido objetos particulares diseminados por todo el cosmos, como nuestro propio planeta, y después, a través de procesos como la evolución biológica en la Tierra, las mismas leyes han dado lugar a objetos particulares como el jaguarundi y los cóndores, capaces de adaptarse y aprender, y, por último, objetos particulares como los seres humanos, capaces de desarrollar el lenguaje y la civilización y de descubrir esas mismas leyes físicas fundamentales.
Durante algunos años mi trabajo estuvo dedicado a esta cadena de relaciones tanto como a las propias leyes fundamentales. Estuve pensando, por ejemplo, en la distinción entre los sistemas complejos adaptativos, que experimentan procesos como el aprendizaje y la evolución biológica, y los sistemas que, como las galaxias o las estrellas, experimentan otros tipos de evolución no adaptativa. Algunos ejemplos de sistemas complejos adaptativos pueden ser un niño aprendiendo su lengua matema, una cepa de bacterias volviéndose resistente a un determinado antibiótico, la comunidad científica comprobando la validez de una nueva teoría, un artista desarrollando su creatividad, una sociedad adoptando nuevas costumbres o nuevas supersticiones, un ordenador programado para elaborar nuevas estrategias para ganar al ajedrez o el género humano, buscando nuevas maneras de vivir en mayor armonía consigo mismo y con el resto de los organismos con los que comparte el planeta.
Murray gell-Mann 1994
en "El quark y el jaguar - aventuras en lo simple y lo complejo"


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31 octubre 2006

Marcando el rumbo



Lo que ocurre es que el fenómeno vital humano tiene dos caras -la biológica y la espiritual- y está sometido, por tanto, a dos poderes distintos que actúan sobre él, como dos polos de atracción antagónica. Así, la actividad intelectual gravita, de una parte, hacia el centro de la necesidad biológica; de otra, es requerida, imperada por el principio ultravital de las leyes lógicas. Parejamente, lo estético es, de un lado, deleite subjetivo; de otro, belleza. La belleza del cuadro no consiste en el hecho -indiferente para el cuadro- de que nos cause placer, sino que, al revés, nos parece un cuadro bello cuando sentimos que de él desciende suavemente sobre nosotros la exigencia de que nos complazcamos.

La nota escencial de la nueva sensibilidad es precisamente la decisión de no olvidar nunca, y en ningún orden, que las funciones espirituales o de cultura son también, y a la vez que eso, funciones biológicas. Por tanto, que la cultura no puede ser regida exclusivamente por sus leyes objetivas o transvitales, sino que, a la vez, está sometida a las leyes de la vida. Nos gobiernan dos imperativos contrapuestos. El hombre, ser viviente, debe ser bueno, ordena uno de ellos, el imperativo cultural. Lo bueno tiene que ser humano, vivido; por tanto, compatible a ella, dice el otro imperativo, el vital. Dando a ambos una expresión más genérica, llegaremos a este doble mandamiento: la vida debe ser cultura, pero la cultura tiene que ser vital.


EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO

cap. V - El doble imperativo

José Ortega y Gasset (1923)